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En un pequeño pueblo de Francia vivía Georges Monin, quien era tanto fabricante como habitante de esta localidad. Una noche, durante una cena con su familia, su cuñado le pidió una bebida digestiva después de la comida. Georges, un apasionado y ávido cocinero, disfrutaba ser un excelente anfitrión y experimentar con sabores en las reuniones familiares. Mientras servía licor en las copas, notó que el aroma y el color del licor eran decepcionantes. Después de saborearlo, decidió que este licor no era apropiado para cerrar una deliciosa cena.
Al explorar su bar, Georges se dio cuenta de que todos los licores digestivos tenían el mismo sabor apagado. Pronto se percató de que faltaba un sabor distintivo en estas bebidas. Determinado, decidió buscar frutas vibrantes que pudieran aportar un sabor único a las bebidas, desde licores hasta café e incluso agua. Con entusiasmo, Georges comenzó a recorrer las calles de Francia en busca de inspiración culinaria y a experimentar en su propia cocina.
Después de años de pruebas y errores, Georges finalmente logró crear un licor digestivo con el sabor excepcional que buscaba. Pero su ambición no se detuvo allí. Continuó explorando y desarrollando una variedad de sabores interesantes y extractos aromáticos. Pronto, comenzó a embotellar y vender sus creaciones por todo el país. A lo largo de tres generaciones de la familia Monin, el legado ha crecido y hoy en día, en más de 140 países, el mundo puede disfrutar de una amplia colección de los sabores más exquisitos, gracias al esfuerzo y la dedicación de Georges y su familia.